Debate de Candidatos en Democracia

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En la búsqueda constante de una sociedad más justa y equitativa, el ciudadano comprometido encuentra en los debates de candidatos una fuente de esperanza y un punto de encuentro entre las aspiraciones democráticas y la realidad política. Sin embargo, como ciudadano involucrado e interesado en el funcionamiento de la democracia, es inevitable preguntarse si estos debates cumplen con su función esencial: ser espacios de confrontación de ideas y políticas, donde se dilucide el futuro de la comunidad.

El 22 de septiembre de 2023, se realizó el debate de candidatos en el camino hacia la intendencia de Villa María, ciudad que habito. Más allá de las consideraciones estéticas sobre la producción audiovisual, lo que más resaltó fue la escasa profundidad del contenido, que dejó un sabor agridulce en mi búsqueda de una comprensión más clara de las propuestas y visiones de estos aspirantes al poder.

Uno de los principales problemas que aquejan estos debates es la falta de concreción en las propuestas presentadas por los candidatos. A menudo, escuchamos frases grandilocuentes como "Vamos a construir", "Haremos esto" o "Crearemos aquello". Pero, ¿cómo? ¿Con qué recursos? ¿Cuál es la planificación detrás de estas promesas? Aquí se presenta una laguna significativa en la argumentación de los candidatos, que socava la credibilidad de sus promesas y deja al ciudadano con más preguntas que respuestas.

Un segundo punto de reflexión es la recurrencia a soluciones basadas en el capitalismo como panacea para todos los problemas. Ya sea en el contexto del tránsito, donde se propone el estacionamiento medido como solución mágica, o en el ámbito de la seguridad, donde la respuesta parece ser la contratación de más policías, estas propuestas subestiman la complejidad de los problemas que enfrenta la sociedad. El estacionamiento descontrolado no es simplemente una cuestión económica, sino también un reflejo de la educación y la cultura cívica. Del mismo modo, abordar la inseguridad únicamente desde una perspectiva represiva soslaya las raíces más profundas del problema, que están entrelazadas con factores educativos y culturales.

En el núcleo de la cuestión, encontramos la ausencia de verdadero debate. La palabra "debate" evoca la imagen de una confrontación vigorosa de ideas y políticas, una contienda intelectual donde se someten a escrutinio las visiones de futuro y las estrategias propuestas. Sin embargo, en muchos casos, lo que se presenta como debate se reduce a una serie de monólogos desconectados. A excepción de la izquierda, que a menudo adopta una posición disidente, los candidatos parecen fusionarse en un mismo espectro político, presentando propuestas que carecen de diferenciación sustancial.

Desde una perspectiva filosófica, este fenómeno puede ser interpretado a través del prisma del pensamiento político. La falta de verdadero debate refleja la convergencia hacia un centro político que diluye las diferencias ideológicas. Esto plantea preguntas fundamentales sobre la autenticidad de la democracia en sí misma. ¿Qué significa ser un elector informado si las opciones disponibles difieren tan poco entre sí? ¿Hasta qué punto estas elecciones representan una elección genuina y no solo un ejercicio ritual?

En última instancia, como ciudadanos, debemos demandar más de nuestros debates de candidatos. Debemos insistir en la claridad y la especificidad de las propuestas, y cuestionar la tendencia hacia la uniformidad en la política. Solo a través de un debate robusto y significativo podemos esperar que emerjan soluciones efectivas a los desafíos que enfrenta nuestra sociedad. La democracia merece un debate digno de su nombre, donde las ideas compitan en una arena de argumentación vigorosa, y no se vean sofocadas por la complacencia o la falta de profundidad.

Marcelo J. Silvera


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