Texto de mi segmento radial "La barba en remojo", capítulo 03, lunes 30 de septiembre de 2024, programa "Amigxs del Rock", Radio Universidad Villa María.
Este siglo XXI nos encuentra, paradójicamente, más “conectados” que nunca, pero más aislados que antes. En el libro El valor de la atención, el escosés Johann Hari nos invita a reflexionar sobre cómo la tecnología, y más específicamente los celulares y redes sociales, han erosionado nuestra capacidad de concentración y nos han desconectado del mundo real. Este fenómeno no solo afecta nuestra productividad o salud mental, sino que, en términos filosóficos, tiene implicaciones más profundas sobre nuestra existencia y nuestras relaciones humanas. A través de un diálogo entre los pensamientos de Byung-Chul Han, Sócrates y Nietzsche, podemos trazar una crítica más radical a este nuevo tipo de alienación que enfrenta nuestra sociedad.
Byung-Chul Han, en La sociedad del cansancio (2012), argumenta que estamos inmersos en una cultura del rendimiento y la hiperconectividad, lo que nos empuja a una sobrecarga de información y nos condena a la fatiga. Han sostiene que esta sobreestimulación constante, donde siempre estamos disponibles para notificaciones y demandas virtuales, es una forma de violencia que ejerce presión sobre nuestra atención y bienestar. Aquí, la desconexión del mundo físico a través del celular es, en realidad, una conexión con una lógica neoliberal que se nutre de nuestra atención dispersa. Nos convertimos en seres agotados, incapaces de experimentar momentos de auténtica reflexión o descanso. En este sentido, la desconexión de la naturaleza y de nuestras relaciones personales es, en realidad, una esclavitud encubierta por la “conexión”
Sócrates, el filósofo que tanto insistía en la importancia de la ἐπίμέλεία ἑαυτοῦ, el cuidado de uno mismo, seguramente miraría con escepticismo la vida hiperconectada de hoy. Para él, la vida sin examen, sin reflexión, no merece ser vivida (Platón, Apología, 38a). El uso excesivo de la tecnología parece ir en dirección opuesta a esta premisa socrática: sustituimos el diálogo filosófico con los demás por interacciones efímeras y vacías en redes sociales. Nos sumergimos en una multiplicidad de estímulos que nos apartan de la introspección, el debate crítico y, en última instancia, del autoconocimiento. Sócrates nos invitaría a dejar de lado el celular y a retomar el diálogo cara a cara, donde las ideas, no las notificaciones, fluyen y nos interpelan.
Nietzsche, por otro lado, podría ver en esta situación un síntoma del nihilismo moderno. En Así habló Zaratustra, describe cómo la humanidad ha caído en una especie de conformismo que rechaza el verdadero potencial de la vida. Al sumergirnos en la banalidad de las redes sociales y el entretenimiento superficial, evitamos enfrentarnos a las grandes preguntas existenciales. Nos entretenemos con lo trivial, lo que Nietzsche llamaría el “último hombre”, aquel que busca comodidad por encima de todo, que evita el riesgo y la profundidad para no confrontar su propio vacío. En este sentido, la desconexión del mundo real a través de la conexión en los celulares es un modo de escapar de la angustia de la existencia, pero también un rechazo a la posibilidad del übermensch (el superhombre), ese ser que crea sus propios valores y vive plenamente.
Ahora, claro, todo esto nos plantea una duda existencial profunda: ¿seremos simplemente esclavos de la pantalla, listos para obedecer el próximo impulso tecnológico que se nos imponga? Al parecer, la humanidad no solo ha vendido su alma al diablo, sino que ahora lo sigue en TikTok. Imagino a Nietzsche levantándose de su tumba, no para anunciar la muerte de Dios, sino para tuitearlo y ver cuántos likes obtiene.
La llamada a la acción que nos propone Hari, resonando con las advertencias de Han, Sócrates y Nietzsche, es clara: debemos recuperar nuestra atención, no solo como una estrategia para mejorar la productividad o evitar la distracción, sino como una forma de resistir la alienación moderna. En lugar de escapar hacia el mundo digital, debemos reconectarnos con el mundo real, con la naturaleza, las relaciones humanas y el tiempo de ocio bien entendido. La scholé griega, el ocio contemplativo, es una vía para recuperar nuestra humanidad. Como señalaba Aristóteles, este tiempo de ocio no es una excusa para la inactividad, sino el espacio necesario para la reflexión, la creatividad y el autodescubrimiento.
Es hora de poner en práctica una desobediencia tecnológica consciente. Apaguemos los celulares y caminemos descalzos sobre la tierra, sintiendo el viento y escuchando el silencio de la naturaleza. Volvamos al diálogo cara a cara, donde las ideas no están limitadas en caracteres, sino que fluyen libremente, desafiándonos a pensar más allá de nosotros mismos. Solo en la reconexión con lo real, con lo tangible y con los demás, podemos recuperar el control de nuestra atención y, en última instancia, de nuestras vidas.
Referencias
Han, B-C. (2012). La sociedad del cansancio. Herder Editorial.
Hari, J. (2022). El valor de la atención. Por qué nos la robaron y cómo recuperarla. Ediciones Península
Nietzsche, F. (1883). Así habló Zaratustra. Editorial Alianza.
Platón. (1991). Apología de Sócrates. Editorial Gredos.