Texto de mi segmento radial "La barba en remojo", capítulo 04, lunes 14 de octubre de 2024, programa "Amigxs del Rock", Radio Universidad Villa María.
Desde la antigüedad, la educación ha sido un campo de disputa, reflejo de las desigualdades inherentes a la sociedad. Hoy, observamos con preocupación cómo ciertos sectores, en lugar de ver la educación pública como un pilar fundamental para el desarrollo y la justicia social, intentan desmantelarla en favor de modelos privatizadores que consolidan la exclusión. Este ensayo explora la relación entre el concepto de meritocracia, los sofistas y la actual tendencia hacia la educación privada, planteando una defensa crítica de la educación pública y gratuita.
La falacia de la meritocracia y la educación privada
El concepto de meritocracia, popular en el discurso neoliberal, sostiene que el éxito depende únicamente del esfuerzo individual. Bajo esta lógica, la educación se transforma en un vehículo para legitimar diferencias de clase, en lugar de ser un instrumento de igualación social. Como observa Bourdieu (1974), el sistema educativo contribuye a la reproducción de las desigualdades, encubriendo este proceso bajo la apariencia de neutralidad y competencia justa. Pero, ¿es realmente posible que una persona de bajos recursos pueda competir en igualdad de condiciones con alguien que ha tenido acceso a los mejores recursos educativos desde su infancia?
En la práctica, la privatización de la educación exacerba esta disparidad. Las instituciones privadas, por definición, son accesibles solo a quienes pueden pagar por ellas, y aunque estas instituciones puedan ofrecer becas, el acceso sigue estando condicionado por criterios que excluyen a gran parte de la población. La educación, entonces, se convierte en un privilegio reservado para quienes han nacido en condiciones favorables, perpetuando un sistema de exclusión.
Sofistas modernos: El paralelismo con la educación privada
Los sofistas de la antigua Grecia eran conocidos por ofrecer enseñanza a cambio de dinero. Enseñaban retórica y habilidades para el éxito personal, dirigiéndose exclusivamente a quienes podían pagar por sus servicios. Platón criticaba duramente a los sofistas, considerándolos mercaderes del conocimiento, interesados en el lucro antes que en la verdad o la justicia. En su obra Gorgias, Platón señala que el sofista vende la apariencia de sabiduría, una crítica que parece resonar en el actual modelo de educación privada (Platón).
Las instituciones privadas de hoy, al igual que los sofistas, se presentan como guardianas del éxito y el prestigio social. Cobran elevadas sumas de dinero bajo la promesa de brindar una educación de élite, adecuada para quienes aspiran a posiciones de poder. Sin embargo, en muchos casos, estas instituciones no están interesadas en formar ciudadanos críticos y comprometidos con el bienestar social, sino más bien en producir individuos orientados a perpetuar el statu quo.
El filósofo contemporáneo Byung-Chul Han, en su análisis de la sociedad del rendimiento, señala que hoy nos enfrentamos a un modelo educativo que incentiva la autoexplotación en pos del éxito (Han, 2015). La educación privada se convierte, así, en un espacio donde se cultiva el individualismo y la competencia, alienando a las personas de su sentido colectivo y reforzando la lógica mercantil de la educación como producto de consumo.
La educación pública como respuesta al neoliberalismo
En contraposición a esta lógica privatizadora, la educación pública es un baluarte de resistencia ante las dinámicas de exclusión y mercantilización. Como sostiene Freire (1970), la educación debe ser un acto de libertad y no de domesticación, un espacio donde las personas desarrollen una conciencia crítica que les permita comprender y transformar su realidad. La educación pública y gratuita es la mejor manifestación de este ideal, pues no discrimina por clase, raza o género y busca empoderar a las personas en su diversidad.
De hecho, a la luz de los valores neoliberales, la educación pública se convierte en un escándalo: ¿cómo puede ser que un servicio de semejante valor se ofrezca sin costo alguno, financiado colectivamente, y, para colmo, enseñe a pensar críticamente? Para quienes ven la educación como una inversión privada, es inconcebible que el conocimiento no esté mediado por el mercado. Pero ahí reside la virtud de la educación pública: en lugar de generar clientes, forma ciudadanos; en lugar de vender éxito, promueve la equidad; en lugar de fortalecer la jerarquía social, se convierte en un vehículo de emancipación.
Por una educación pública y gratuita
La educación pública, accesible y de calidad, es esencial para construir sociedades más justas. Es un derecho fundamental que no debe depender de la capacidad económica de las personas ni estar subordinado a los intereses del mercado. En palabras de Martha Nussbaum (2010), necesitamos una educación que forme ciudadanos del mundo, comprometidos con el bienestar común, y esto solo puede lograrse mediante un sistema educativo que trate a todas las personas como iguales.
La filosofía, desde sus raíces, aboga por una sociedad donde todos tengan acceso al conocimiento y a la posibilidad de desarrollar plenamente su humanidad. Hoy, defender la educación pública y gratuita es un acto de resistencia ante los embates de un sistema que busca convertir derechos en privilegios, y, en última instancia, un compromiso con la idea de que la verdadera educación debe emancipar y no excluir.
Referencias
Bourdieu, P. (1974). La reproducción: Elementos para una teoría del sistema de enseñanza. México. Editorial Siglo XXI.
Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. México. Siglo XXI.
Han, B.-C. (2015). La sociedad del cansancio. Barcelona. Herder Editorial.
Nussbaum, M. (2010). Sin fines de lucro: Por qué la democracia necesita de las humanidades. Barcelona. Katz Editores.
Platón. Γοργίας.