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El lenguaje: la casa del ser

 

La casa del ser no es el yo, como piensa Descartes, sino el lenguaje. Para Martin Heidegger no es el hombre quien habla, sino el ser (y no es el ser quien habita en el hombre sino el hombre quien habita en el ser). La frase “el lenguaje es la casa del ser” (Die Sprache ist das Haus des Seins) contiene los límites del ser en sí misma, al sostener que habita en el lenguaje, Heidegger está construyendo los límites del ser para quien ahora “todo” está contenido en esa morada, y por lo tanto no existe nada fuera de esa “casa”; es decir: existe aquello que está contenido en el lenguaje.

En su Carta sobre el humanismo, don Heidegger inicia poniendo en “lugar” al ser: “Estamos muy lejos de pensar la esencia del actuar de modo suficientemente decisivo. Sólo se conoce el actuar como la producción de un efecto, cuya realidad se estima en función de su utilidad. Pero la esencia del actuar es el llevar a cabo. Llevar a cabo significa desplegar algo en la plenitud de su esencia, guiar hacia ella, producere. Por eso, en realidad sólo se puede llevar a cabo lo que ya es. Ahora bien, lo que ante todo «es» es el ser. El pensar lleva a cabo la relación del ser con la esencia del hombre. No hace ni produce esta relación. El pensar se limita a ofrecérsela al ser como aquello que a él mismo le ha sido dado por el ser. Este ofrecer consiste en que en el pensar el ser llega al lenguaje. El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores y poetas son los guardianes de esa morada. Su guarda consiste en llevar a cabo la manifestación del ser, en la medida en que, mediante su decir, ellos la llevan al lenguaje y allí la custodian. El pensar no se convierte en acción porque salga de él un efecto o porque pueda ser utilizado. El pensar sólo actúa en la medida en que piensa. Este actuar es, seguramente, el más simple, pero también el más elevado, porque atañe a la relación del ser con el hombre. Pero todo obrar reside en el ser y se orienta a lo ente. Por contra, el pensar se deja reclamar por el ser para decir la verdad del ser”. 

El ser, que habita el lenguaje, debe profundizar la relación con su propio ente (ser) en búsqueda de la verdad, así propone Heidegger: “Antes de hablar, el hombre debe dejarse interpelar de nuevo por el ser, con el peligro de que, bajo este reclamo, él tenga poco o raras veces algo que decir. Sólo así se le vuelve a regalar a la palabra el valor precioso de su esencia y al hombre la morada donde habitar en la verdad del ser”. Pensar antes de hablar. Dejarse interpelar por lo que habita en nosotros.

Así como podemos sostener que cada hombre es un templo de Dios, Heidegger está declarando que el habla, el lenguaje, es la forma de relación con lo ente: “La devastación del lenguaje, que se extiende velozmente por todas partes, no sólo se nutre de la responsabilidad estética y moral de todo uso del lenguaje. Nace de una amenaza contra la esencia del hombre. Cuidar el uso del lenguaje no demuestra que ya hayamos esquivado ese peligro esencial. Por el contrario, más bien me inclino a pensar que actualmente ni siquiera vemos ni podemos ver todavía el peligro porque aún no nos hemos situado en su horizonte. Pero la decadencia actual del lenguaje, de la que, un poco tarde, tanto se habla últimamente, no es el fundamento, sino la consecuencia del proceso por el que el lenguaje, bajo el dominio de la metafísica moderna de la subjetividad, va cayendo de modo casi irrefrenable fuera de su elemento. El lenguaje también nos hurta su esencia: ser la casa de la verdad del ser”.

Si devastamos el lenguaje, devastamos el ser.

Marcelo J. Silvera


Referencias
Heidegger, M. (1946). Carta sobre el humanismo. (H. C. Leyte, Trad.) Alianza Editorial.

 
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