Una Iglesia del pueblo, en favor de los pobres: León XIV y el retorno de la dignidad agustiniana
León XIV, Sumo Pontífice de la Iglesia Católica
Con el anuncio en latín como es tradicional, el mundo conoció al nuevo Papa:
Annuntio vobis gaudium magnum;
habemus Papam:
Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum,
Dominum Robertum Franciscum
Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Prevost
qui sibi nomen imposuit LEONEM XIV.
“Ecclesia pauperum fit vox pauperum”: La Iglesia de los pobres se convierte en voz de los pobres. Con la elección de Robert Prevost como León XIV —nombre que porta un peso simbólico tan denso como la materia prima de la filosofía aristotélica— no asistimos simplemente a una transición institucional. Asistimos, in actu, a una decisión profundamente teológica y política, que relanza el proyecto de una Iglesia comprometida con el mundo, no como espectadora del dolor sino como cuerpo solidario que se encarna en la historia de los pueblos oprimidos.
De potentia ad actum: el simbolismo de un nombre
Que el nuevo Papa haya elegido el nombre de León XIV no es un gesto decorativo, sino una praxis semiótica, una declaración de principios en clave de continuidad y ruptura. El Papa León XIII —figura luminosa del tránsito entre el siglo XIX y XX— no sólo fue el iniciador del Magisterio Social de la Iglesia, sino también el portavoz de una resistencia evangélica contra las ideologías que deshumanizaban al obrero. Su encíclica Rerum novarum (1891), verdadero arché del pensamiento social católico moderno, es una denuncia aguda del individualismo liberal y del colectivismo opresivo, en favor de una persona humana que es a la vez cuerpo sufriente e imagen de Dios.
En ese gesto de tomar el nombre de un Papa que enfrentó sin ambigüedades al capitalismo salvaje del siglo industrial, León XIV se inscribe, no como una sombra nostálgica, sino como una actualización profética de esa misma misión, más aun proviniendo de Estados Unidos de América (capital mundial del capitalismo). Como diría Hegel, “el búho de Minerva sólo alza el vuelo al anochecer”: sólo con la distancia crítica del tiempo puede verse la grandeza del gesto.
Pero claro, algunos ya han empezado a murmurar. Que si es “demasiado progresista”, que si “la Iglesia no debe meterse en política”, que si “se avecina una teología populista”. ¡Oh, sacrosantos guardianes del status quo! Qué angustia les provoca un Cristo que expulsa a los mercaderes del templo. ¿Dónde estaban sus objeciones cuando la Iglesia bendecía coronas, pero no callaba los fusiles? Bienvenidos al vértigo de una fe que no se deja domesticar por los titulares ni por los mercados.
Cor inquietum: Agustín en el trono de Pedro
El Papa León XIV no es sólo herencia de León XIII; es también agustiniano. Y no hay modo de comprender este nuevo pontificado sin asomarse al abismo apasionado de San Agustín de Hipona, tal vez el más humano de los santos, o demasiado humano como diría Nietzsche. Ese cor inquietum, ese corazón que no halla descanso sino en Dios (Confesiones, I,1), es el corazón de una Iglesia que ha decidido dejar de dormir el sueño burocrático de la neutralidad.
San Agustín, ese filósofo de la interioridad y del amor ordenado (ordo amoris), no fue ajeno a las tensiones de su tiempo: vivió entre herejías, guerras y desmoronamientos imperiales. Pero lejos de aislarse en la torre de marfil de la teología, se sumergió en la política, con el verbo afilado y la pluma encendida. León XIV recoge ese legado: no se trata de una espiritualidad desencarnada, sino de una mística con pies en la tierra. Como diría Simone Weil, “la atención es la forma más rara y pura de generosidad”. Y esta atención a los pobres, a los invisibles, es el núcleo de su propuesta.
Una Iglesia desde abajo: opción por los últimos
León XIV no viene a inaugurar una moda; viene a recordar una urgencia evangélica: “lo que hiciste por uno de estos pequeños, lo hiciste por mí” (Mt 25,40). La Iglesia del pueblo no es un eslogan demagógico: es una opción teológica, una ekklēsía que se sitúa sub specie paupertatis. Esto no significa romantizar la pobreza, sino combatirla, denunciar sus causas estructurales, desenmascarar los ídolos modernos del homo oeconomicus.
Siguiendo la línea abierta por Francisco con su Evangelii Gaudium y Fratelli Tutti, León XIV parece decidido a no desviar la mirada del escándalo de la desigualdad global. Frente al narcisismo neoliberal, propone una espiritualidad del cuidado, una economía de comunión, una fraternidad que trascienda los muros y las aduanas.
América Latina: el rostro plural de la esperanza
No es casual que muchas de estas intuiciones resuenen con fuerza en el sur del mundo, y especialmente en América Latina, cuna de la Teología de la Liberación y laboratorio de una Iglesia en salida. Como en el mural Ejercicio plástico de David Alfaro Siqueiros (Museo de Casa Rosada, Argentina), la lucha social y la mística del pueblo aparecen entrelazadas, no como opuestos sino como una síntesis viva, dialéctica.
Argentina, México, Brasil, Colombia… Perú, claro! han sido territorio fértil para una fe combativa, no exenta de errores, pero profundamente comprometida con la justicia. El nuevo Papa, si quiere encarnar su nombre, deberá escuchar esas voces, no para convertirlas en consigna, sino para aprender de su resiliencia histórica.
Entre el gesto y la profecía
La elección de León XIV no puede ser reducida a una continuidad administrativa. Se trata de un gesto performativo, casi litúrgico, que redefine el lugar de la Iglesia en el mundo contemporáneo. Entre la phronesis aristotélica y la caritas agustiniana, entre el pan y la palabra, entre la denuncia y el consuelo, se juega el destino de un cristianismo que aún puede ser fermento en la masa.
El desafío es inmenso: ni idealismo ingenuo ni cinismo realista. Como decía Antonio Gramsci, “pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad”. León XIV tendrá que caminar sobre ese filo, como un equilibrista entre el dogma y la carne viva de los pueblos. Y ojalá, esta vez, la historia no llegue tarde.
Bibliografía y material para ampliar:
Agustín de Hipona. (1995). Confesiones (L. Alonso Schökel, Trad.). Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
Hegel, G. W. F. (2011). Filosofía del derecho. Madrid: Alianza.
Pontificium Consilium de Iustitia et Pace. (2004). Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.
León XIII. (1891). Rerum Novarum. Vaticano.
Weil, S. (2002). La gravedad y la gracia. Buenos Aires: Edhasa.
Francisco. (2013). Evangelii Gaudium. Vaticano.
Francisco. (2020). Fratelli Tutti. Vaticano.
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