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La barba en remojo 06: La política de los ratings

Texto de mi segmento radial "La barba en remojo", capítulo 06, lunes 11 de noviembre de 2024, programa "Amigxs del Rock", Radio Universidad 106.5 - Universidad Nacional de Villa María.

La política de los ratings: Entre la moda efímera y la construcción de una sociedad sin alma

 
La política moderna ha sido fagocitada por el espectáculo, un concepto que Guy Debord ya vislumbró en La sociedad del espectáculo (1967), advirtiendo que todo se reduce a una apariencia que se repite ad infinitum. La política se ha convertido en un reality show donde la fórmula ganadora del momento se copia sin pudor y, peor aún, sin reflexión. El ciclo de modas efímeras que dominan los ratings no solo afecta a la televisión y las redes sociales como TikTok, sino que se extiende al ámbito político, donde un discurso basado en el odio, la exclusión y el autoritarismo parece ser la receta ganadora. El resultado es una crisis de valores y derechos, con líderes que actúan como actores en busca de aprobación instantánea y no como gobernantes comprometidos con la transformación social.
Los filósofos antiguos, desde Platón hasta Aristóteles, ya advertían de los peligros de una democracia degenerada. Para Platón, el mayor peligro de la democracia es el surgimiento de los demagogos: individuos que, con discursos populistas y basados en el miedo o la adulación, buscan satisfacer las pasiones de las masas para ganar poder. “El demagogo es un líder que, al halagar y mentir, explota la ignorancia y las emociones para conseguir sus objetivos personales”, diría Platón en La República. Hoy, el demagogo ha mutado, convertido en un mercenario político que ayer abrazaba un proyecto popular y hoy levanta la bandera libertaria sin sonrojarse. No hay valores, solo hay rating; no hay ideas, solo hay performance.
La pandemia de COVID-19 nos dejó cicatrices profundas. Lejos de esa promesa de salir mejores, la realidad nos ha mostrado que el individualismo ha crecido y la otredad se ha vuelto un enemigo. La idea de “nosotros” ha sido aniquilada, y con ello, se perdió una de las grandes conquistas de la civilización: la empatía como fundamento de la convivencia. Esto tiene eco en las palabras de Emmanuel Levinas, quien sostiene que “el rostro del otro” nos exige una respuesta ética, un compromiso de respeto y cuidado. Hoy, en cambio, vivimos en un mundo donde la violencia es trivializada y el otro se convierte en blanco de odio y desprecio, alimentado por discursos políticos que explotan el miedo (y el odio) al diferente.
Pareciera que hemos llegado al momento en que los ratings han logrado su triunfo absoluto: no se gobierna para construir, se gobierna para agradar; no se busca una sociedad más justa, sino un show con espectadores anestesiados. Como en un mal episodio de una serie cancelada, el público aplaude la promesa de “menos derechos” como si fuera la solución, mientras ignora que ese guion ya fue ensayado con resultados nefastos. Pero claro, ¿quién necesita historia cuando el trending topic dicta el presente?
Los filósofos contemporáneos han denunciado esta realidad de formas diversas. Slavoj Žižek advierte que el capitalismo y sus variantes neoliberales han sido capaces de absorber todo desafío y revertirlo en su favor, vendiéndonos la idea de que no hay alternativa. Para él, la política debe recuperar su dimensión transformadora: no como un mecanismo para sostener el statu quo, sino como un espacio de lucha por la justicia social. La política, en esencia, debería ser una defensa incansable de los derechos ciudadanos, un contrapeso frente al poder económico y el autoritarismo creciente que se disfraza de “necesidad”.
El desafío, entonces, es rescatar la política del circo mediático y convertirla en un espacio de transformación real. La excusa de “la gente quiero esto” es patética, la gente se equivoca también y en muchas ocasiones no tiene formación en cuestiones álgidas como economía o políticas de salud; no olvidemos que a “la gente” le gusta la pizza con ananá, o en algún momento le gustó el programa de Tinelli (que sigue siendo el mismo, pero ahora fracasa); a la gente le gustaba el circo romano, y también Mussolini, Franco y Hitler; no siempre lo que “la gente elije” es lo mejor. No se trata de ceder al espectáculo ni de resignarnos al “más de lo mismo”, sino de exigir líderes que representen un ideal de justicia social, que defiendan derechos y promuevan una sociedad más igualitaria. La política como espectáculo es un peligro; la política como transformación es un ideal necesario.

Lic. Marcelo J. Silvera

Referencias
Debord, G. (1967). La sociedad del espectáculo. París: Buchet-Chastel.
Levinas, E. (1985). Ética e infinito. Ediciones Sígueme.
Platón. (2013). La República (G. Grube, Trans.). Hackett Publishing Company. (Trabajo original publicado en el siglo IV a.C.).
Žižek, S. (2011). Living in the End Times. Verso Books.


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