Swift

El mito del “mérito” en la educación: Una crítica desde la equidad



La educación, presentada a menudo como el gran nivelador social, ha sido históricamente defendida bajo el ideal del mérito: la idea de que el esfuerzo personal y las capacidades individuales bastan para alcanzar el éxito. Sin embargo, este relato, aunque seductor, esconde una realidad incómoda: la perpetuación de las desigualdades sociales dentro del sistema educativo. En palabras de Pierre Bourdieu (1970), la escuela no solo reproduce las estructuras de poder existentes, sino que las legitima bajo la apariencia de neutralidad.
El problema: Desigualdad camuflada de mérito
La lógica meritocrática supone un terreno de juego nivelado, donde todos tienen las mismas oportunidades. Sin embargo, en la práctica, las condiciones iniciales de los estudiantes están lejos de ser iguales. El acceso a recursos educativos, la calidad docente, el entorno familiar y hasta la alimentación conforman factores determinantes que no están distribuidos de manera equitativa.
La trampa radica en que el mérito, al ignorar estas desigualdades estructurales, castiga a quienes parten de desventajas. Así, el sistema educativo consolida las brechas sociales en lugar de cerrarlas. Pensemos en la metáfora de Parásitos (2019), de Bong Joon-ho: un relato sobre cómo las estructuras aparentemente justas esconden mecanismos de exclusión. ¿Acaso nuestra educación no opera bajo una dinámica similar?
Propuesta: Reformular las políticas de evaluación y acceso
Si queremos romper este círculo vicioso, necesitamos repensar los criterios que guían nuestras políticas educativas. Un enfoque basado en la equidad, más que en la igualdad, puede abrir caminos hacia un sistema realmente inclusivo. Aquí algunas propuestas:

  1. Evaluaciones contextualizadas: Las pruebas estandarizadas deben incluir consideraciones sobre el contexto socioeconómico de los estudiantes. No podemos medir con la misma vara a quienes han tenido trayectorias tan dispares.
  2. Programas de acompañamiento personalizado: Inspirados en iniciativas como las de Finlandia, se debe priorizar el seguimiento individual para quienes enfrentan mayores desafíos, garantizando un apoyo constante y sostenido.
  3. Reforma en el acceso a la educación superior: Las admisiones deben ir más allá de los puntajes, considerando el potencial y las circunstancias particulares de cada aspirante.
  4. Fomento de una pedagogía crítica: Recuperando las enseñanzas de Paulo Freire (1997), es imprescindible formar estudiantes conscientes de las estructuras que los condicionan, para que puedan transformarlas.

Todas estas propuestas no son “futuristas”. En la provincia de Córdoba (Argentina), ya se intenta instalarlas y profundizar en ese camino. Educación en contexto, educación situada, o trayectoria escolar cuidada, son denominaciones para el mismo fin. Aunque en la práctica falta instalación real de las ideas y programas oficiales: del dicho al hecho…
Mientras defendemos el “mérito”, es curioso cómo los sistemas educativos a menudo parecen diseñados más para preservar los privilegios que para distribuir oportunidades. ¡Qué conveniente que los “meritocráticos” tiendan a ser siempre los más privilegiados! ¿Será el mérito una excusa elegante para justificar desigualdades?
El mérito como relato transformado por la equidad
Superar el mito del mérito no significa abandonar el esfuerzo y la excelencia, sino contextualizarlos en una estructura más justa. En época de la Primera Guerra Mundial, la Universidad de Oxford ya permitía a las mujeres estudiar en sus claustros, pero no se les otorgaba títulos; eran estudiantes incluidos en la equidad, pero sólo los hombres serían titulados*. No fue hasta 1920 que se permitiera a las mujeres convertirse en miembros de pleno derecho de la universidad, y en 1948 una mujer fue nombrada profesora titular, por más mérito que demostraran. El mérito, sin equidad, no es más que un espejismo que perpetúa la exclusión. En su lugar, debemos imaginar una educación que valore la diversidad, que acoja las diferencias y que realmente aspire a transformar la sociedad.
Como bien señala Nancy Fraser (2008), la justicia social no es solo una cuestión de redistribución, sino también de reconocimiento. En el aula, esto se traduce en un cambio radical de cómo entendemos y evaluamos el potencial humano.
Es momento de que la educación abandone la comodidad de los mitos y abrace la complejidad de las realidades. Solo así podrá cumplir su promesa de ser un verdadero motor de cambio social.

Lic. Marcelo J. Silvera


*El film Testament of youth (James Kent – Director, 2014), basado en el libro de memorias de Vera Brittain, relata en parte la lucha de mujeres por estudiar en Oxford.


Bibliografía
Bourdieu, P., & Passeron, J.-C. (1970). La reproducción: Elementos para una teoría del sistema de enseñanza. Laia.
Fraser, N. (2008). Scales of Justice: Reimagining Political Space in a Globalizing World. Columbia University Press.
Freire, P. (1997). Pedagogía de la autonomía: Saberes necesarios para la práctica educativa. Siglo XXI.
Joon-ho, B. (Director). (2019). Parásitos [Película]. Barunson E&A Corp.

Podría ser de interés:

0 comentarios