¿Eres capaz de interpretar?

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Como he manifestado en otras ocasiones, la filosofía no sirve para nada, salvo para preguntarse, repreguntarse y cuestionar todo; y eso la hace la más fundamental de las acciones humanas, convirtiéndola entonces en fundamental.
Michel Foucault, filósofo francés, pensó varios fundamentos de la vida en sociedad. También el lenguaje. En su libro "Las palabras y las cosas" hace un análisis de los modos de comunicarnos. Dice Foucault que ese libro nació de un texto de Jorge Luis Borges:
"cierta enciclopedia china" donde está escrito que "los animales se dividen en a] pertenecientes al Emperador, b] embalsamados, c] amaestrados, d] lechones, e] sirenas, f] fabulosos, g] perros sueltos,  h] incluidos en esta clasificación, i] que se agitan como locos, j] innumerables, k] dibu
jados con un pincel finísimo de pelo de camello, l] etcétera, m] que acaban de romper el jarrón, n] que de lejos parecen moscas".  
En el asombro de esta taxinomia, lo que se ve de golpe, lo que, por medio del apólogo, se nos muestra como encanto exótico de otro pensamiento, es el límite del nuestro: la imposibilidad de pensar esto (dice Foucault).
La ley de la naturaleza sostiene Foucault es la diferencia de las palabras y de las cosas, la participación vertical entre el lenguaje y aquello por debajo de él está encargado de designarlo.
Así, para Foucault, “saber consiste en referir  el lenguaje al lenguaje; en restituir la gran planicie uniforme de las palabras y las cosas”. [La palabras y la cosas, Foucault, 1972, 48]. Lo propio del saber no es ni ver ni demostrar, sino interpretar.  Y entonces ¿cómo lograr dicha interpretación? En el caso de Michel Foucault es por medio del método este se llama la arqueología del saber, el investigador es capaz de escarbar el discurso y desmenuzarlo por completo, es aquí donde se aplica la metáfora del arqueólogo.
Desde la Ontología del Lenguaje se propone analizarlo desde la escucha activa, desde la presencia, es decir, estar total y conscientemente presentes para interpretar aquello que el discurso dice y lo que no dice. Lo que está en las palabras y lo que está en el cuerpo, en las emociones, en las miradas, lo que se esconde y lo que se asome tímidamente y quizá sería imperceptible si no estuviéramos plenamente atentos. ¿Qué decimos cuándo decimos? y más aún ¿qué no decimos cuando decimos que decimos? Y ¿Qué nos dicen cuando nos dicen? o ¿Qué no nos dicen cuando nos dicen que nos dicen?
En estos tiempos de hiperconectividad, se hace fundamental filosofar, pensar y repensar. Interpretar, no ver ni demostrar. Interpretar lo que el otro dice, y lo que decimos. Interpretar lo que nos transmiten, un conocimiento en una instancia formativa por ejemplo, y no repetirlo. Interpretar todo lo que nos rodea. Interpretar qué nos dicen los medios de comunicación, y qué no nos dicen. Pensar con el cerebro propio.

Y vos, ¿Eres capaz de interpretar?

Marcelo J. Silvera


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