El poeta norteamericano John Ciardi dice: “Una buena pregunta es una semilla que debe sembrarse para que produzca más semillas, con la esperanza de reverdecer el paisaje de las ideas”.
Una buena pregunta no es aquella que tiene por respuesta un monosílabo, sino la que provoca una respuesta que comienza con un silencio; ese silencio reflexivo, que hurga en lo profundo del ser, que desestabiliza, que descoloca, que saca de lugar y obliga a mirarse desde otro. A esas, las llamamos preguntas poderosas, son provocadoras, motivacionales, disrruptivas.
Los buenos comunicadores tienen el poder de la pregunta poderosa. Como seres comunicacionales que somos, seres que habitamos en el lenguaje, preguntamos y nos preguntamos constantemente; pero ¿qué tipo de preguntas nos hacemos? ¿Hacemos preguntas buscando respuestas? O ¿preguntamos para recibir la respuesta que buscamos?
Las preguntas poderosas nos obligan a reflexionar, a cuestionarnos, a reposicionarnos para observar la situación desde otros ángulos, desarrollan el pensamiento crítico. Son esas preguntas que, en ocasiones, me incomodan, me sacan de la comodidad, me sacan de mi zona de confort.
Cuando nos preguntamos, generalmente, lo hacemos desde la seguridad de hacer lo que hacemos, desde el "punto ciego" que genera mi autoconfianza. Nos preguntamos para autoconvencernos, o para reafirmar lo que de todas maneras seguiría haciendo. No nos provocamos, no nos ponemos a prueba, no nos cuestionamos. Las preguntas poderosas servirán para movilizarnos, ser más críticos y observar desde fuera de esa posición. Servirán para aprender a aprender, aprender a evaluar las mejores decisiones para nosotros mismos, y a tomar los caminos a consciencia.
Siempre hay más de una solución para cada problema, siempre hay más de un camino hacia un destino. Pero para llegar a ellos, para elegir cuál tomar, debemos cuestionar el recorrido que siempre realizo.
Y vos, ¿Te realizas preguntas poderosas?
Marcelo J. Silvera
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