¿Buscas la eudaimonía?

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Eudaimonía (del griego), es un término comúnmente traducido como felicidad o bienestar; también se ha propuesto como más precisa su traducción por "prosperidad" o "florecimiento humano". Etimológicamente, se compone de las palabras "eu" ("bueno") y "daimōn" ("espíritu"). Es un concepto central en la ética Aristotélica y de la filosofía política, junto con los términos "aretē", a menudo traducido como "virtud" o "excelencia", y "phronesis", a menudo traducido como "sabiduría práctica o ética".​ En las obras de Aristóteles, la eudaimonia se utilizaba como término para el mayor bienestar humano, por lo que el objetivo de la filosofía práctica, incluyendo la ética y la filosofía política, de considerar (y también experimentar) lo que realmente es, y cómo puede lograrse.
Para Aristóteles, el fin de todos, el que persigue el hombre, es la eudaimonía, es decir, la felicidad. ¿Qué es la felicidad? ¿Cómo podemos medirla? ¿Podemos medirla?
En principio, se trataría de un estado de bienestar, de bienaventuranza, de dicha; un estado placentero. Algunos incluso la asocian con la plenitud, con la paz. Lo cierto es que la felicidad es distinta de acuerdo a cada ser humano. Si bien los estudiosos del tema coinciden en que se trata de un estado de bienestar y plenitud, de ausencia de angustias y de paz interior, el concepto de felicidad varía de individuo a individuo. Se trata de un lapso donde se valora la vida como positiva y plausible de ser vivida. También supone una satisfacción, estar satisfecho en general. Lo complejo se vislumbra y reside en el modo de alcanzarla, de lograrla, porque para cada sujeto representa algo diferente. En un nivel abstracto puede haber consenso cuando se designa la aspiración máxima del hombre, pero en la práctica nos encontramos con múltiples significantes: lo que hace feliz a uno no necesariamente lo hace feliz al otro.  
¿Entonces no existe LA felicidad? Existen felicidades, digamos. Y si es tan particular, es más simple de llegar a ella ya que los cánones los pongo yo. El problema sería fijarse un modelo de eudaimonía tan lejano que parezca imposible de hallar.

Y vos, ¿Buscas la eudaimonía?
Marcelo J. Silvera


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