El problema de la empatía
Ante el problema de la empatía, Stein realiza una reducción fenomenológica y despeja cual ecuación matemática el problema para arribar a una conclusión lo más clara posible. En esta cuestión queda claro que la empatía, como dijimos supra, es la experiencia de la conciencia ajena y de sus vivencias, a diferencia de la vivencia que la propia conciencia hace de sí misma; es decir, cómo veo al otro en tanto viví mi vida de la forma que la viví, y cómo eso me conecta con ese otro... En resumen, yo creo empatía con quien siente similar a mi, con quien puedo identificarme. Y allí, digo yo, radica el problema contemporáneo de la empatía, porque sólo puedo identificarme con lo igual, y no reconozco nada por lo que sentir empatía en lo diferente; así, las divisiones se profundizan.
Ahora bien, tomemos la tesis de Stein para pensar(nos) en esta actualidad disímil de aquel 1916 cuando elaboró su trabajo final. "La empatía nos quedará óptimamente resaltada en su singularidad si la confrontamos con otros actos de la conciencia pura", dice y acude a una situación ilustrativa: "Un amigo viene hacia mí y me cuenta que ha perdido a su hermano, y yo noto su dolor ¿Qué es ese notar?". Evidentemente habrá signos y expresiones en ese amigo que nos permitan suponer por lo que está atravesando, pero la pregunta acá radica no en observaciones sino en cómo puedo notar desde mi esencia, desde mi alma, lo que sucede en otra esencia, en otra alma; porque la empatía no se trata de una fórmula elaborada por el cerebro, por el pensamiento, por la razón, sino de un sentir. Seguramente todos hemos vivido alguna experiencia en que decimos o nos dicen "yo sé lo que se siente..." y la respuesta (a veces explícita otras tácita) es "no, no lo sabés"; porque el sentir no puede expresarse en su total potencialidad; sin embargo, puede sentirse empatía en cuanto a ese sentir que suponemos está sucediendo.
Para empatizar tengo que poder sentir similarmente a lo que el otro, la otredad que se me presenta, está sintiendo. Pero si esa empatía parte de lo vivencial, solamente puedo representarme como propio lo vivido, y esto evidentemente me aleja de la posibilidad de empatizar con todo aquello que no pertenece a mi historial vivencial. Nuevamente, no puedo empatizar con aquello que no reconozco, con lo que no es igual a mi, por ende en realidad no empatizo sino que confirmo mis pensamientos, sentimientos, emociones, decisiones, etc. Y así, refuerzo el círculo de pertenencia.
La tarea, tal vez, sea el reconocimiento de la constitución del individuo ajeno como tal, el reconocer al otro como otro, distinto a mi, y que como tal carga vivencias análogas o divergentes. Pero que comparte conmigo elementos fundamentales: la Ley Natural y sus implicancias. Empatía es lo contrario a individualismo, para ser empático debo dejar de pensar solo en mí.
Bibliografía:
Stein, E. Sobre el problema de la empatía. Madrid: Trotta (2004)
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