La cultura del like y su peligrosidad
Kristina "Kika" Dukic |
La cultura del like (me gusta) es peligrosa. Y no se trata de un anuncio alarmista, apocalíptico; son cada día más frecuentes los suicidios impulsados por el rechazo en las redes sociales. Además, generan una falsa realidad en la que se insertan millones de personas, construyendo “seres” ficticios que conviven con los seres reales que están fuera de esa Matrix.
Este mes conocimos la noticia del suicidio de Kristina “Kika” Dukic, streamer / youtuber que era muy reconocida tanto en Twitch como en YouTube. La joven tenía 21 años, fue encontrada muerta en su casa de Belgrado, Serbia, el 8 de diciembre 2021, tras sufrir años de ciberbullying. Tenía más de un millón de seguidores. Su vida era esa “popularidad” en las redes sociales. En medio de su “éxito”, comenzó a recibir ataques de otros “influencers”, de cuentas trolls (falsas), mensajes de odio, críticas por su aspecto físico producto de las cirugías estéticas que se hizo formaban parte del cóctel del odio, que incluían frases incitándola a que se suicide.
Detrás de esta muerte, y de muchas otras que no son tan conocidas incluso de miles de niños y niñas, está la intolerancia al rechazo; la premisa de estos tiempos parece ser “hay que ser famoso”, seguido por muchos, “likeado” por la mayor cantidad posible… o no ser.
La cultura del like se asemeja al mito de Narciso. Narciso era un joven hermoso que enamoraba a todes sin distinción de sexo. Pero Narciso los rechazaba. Hasta que le cortó el rostro a la ninfa Eco (condenada por Hera a repetir las últimas palabras de quienes hablaran), ella desolada se recluyó en una cueva y se consumió hasta quedar solamente su voz; Némesis condenó a Narciso a enamorarse de sí mismo, para que sintiera en carne propia el desprecio. Así es que Narciso se termina ahogando, buscando alcanzarse a sí mismo en el reflejo del agua. ¿En qué se asemeja ese mito a esta cultura del like? Cuanta más gente lo amaba a Narciso, él más se amaba a sí mismo, en definitiva era la aceptación del otro lo que lo hacía convencerse de su belleza (y ser engreído).
En la cultura del like, estoy recibiendo lo que el otro ve en mí como mi nueva realidad. Si tengo likes profundizo, es decir que manipula mi ser. Los “me gusta” generan una falsa sensación de libertad, tanto en el megusteador como el megusteado. Creo que estoy siendo original y atractivo porque tengo likes, pero en realidad soy dirigido hacia lo que el otro quiere que sea, no validando lo que soy. También evidencia el rechazo, si no tengo likes “esto no sirve”, y hay que cambiar. Cuando los antiguos filósofos comenzaron a preguntarse, la duda principal fue (y es) de qué está compuesto el ser; la noción de identidad es lo que lo caracteriza por sobre toda la naturaleza, saberse algo único. Esta distinción parece estar borrándose en la actualidad, ya no se caracteriza por una esencia propia (mente, alma, espíritu…) sino por una falsa esencia construida en base a las opiniones ajenas, a lo que los otros quieren que ser. Desaparece la unicidad, ya no soy un ser único, soy lo que los likes quieren que sea.
¿Qué es lo valioso? ¿Cómo se mide el valor? O ¿cómo se desvaloriza algo? ¿Es por cantidad de likes? Convengamos que los gatitos son muy populares en las redes sociales, mucho más que un filósofo desde ya. Un plato de comida genera más reacciones que una reflexión sobre el ocaso de las libertades controlado por las nuevas tecnologías. El sistema es así, y es adrede.
Las redes sociales son un constructo. El problema está planteado desde la aceptación de que ese falso mundo de código binario es más real que el tangible. Y en esa concepción de un ideal de ser en las pantallas, si no soy aceptado decaigo en el mundo real, o me ahogo.
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