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Inmediatez tóxica: El precio de la velocidad en la era de las redes sociales

Crea la representación del Dasein, contemplativo, pensativo, sin urgencias. A todo color, estilo surrealista

En la era digital, las redes sociales han redefinido nuestra relación con el tiempo, la información y, en gran medida, con nosotros mismos. La obligación implícita de publicar videos constantemente en plataformas como Instagram o TikTok crea una atmósfera de inmediatez que, lejos de fomentar un diálogo reflexivo, promueve una cultura de superficialidad y respuesta rápida. Esta dinámica tiene implicaciones profundas sobre nuestra capacidad para la reflexión meditativa, esencial para el crecimiento personal y la comprensión profunda del mundo que nos rodea.

El filósofo alemán Martin Heidegger, en su obra Ser y tiempo, explora la idea de que la tecnología puede alienarnos de nuestra auténtica manera de ser, lo que él denomina Dasein que puede traducirse como “estar-en-el-mundo” (Heidegger, 1927 [2006])[1]. En el contexto de las redes sociales, esta alienación se manifiesta en la presión constante de generar contenido. La inmediatez se convierte en una dictadura que dicta no solo el ritmo de nuestras publicaciones, sino también la forma en que percibimos y procesamos la realidad. Obliga a ser generadores constantes de contenidos, a llenar el vacío (de la red social y el propio) con material; a “trabajar” gratis para la corporación entregando productos para que otro prosumidor[2] siga deslizando el dedo sobre la pantalla. El tiempo para la reflexión, la contemplación y la meditación se ve erosionado por la necesidad de estar constantemente presente en el mundo digital (y ausente del mundo real).

El contenido que se produce bajo esta presión tiende a ser superficial. La calidad se sacrifica en el altar de la cantidad. Como señala Marshall McLuhan, “el medio es el mensaje” (McLuhan, 1964 [1996])[3]. Las plataformas de redes sociales no solo median nuestro contenido, sino que también configuran su naturaleza. En lugar de profundizar en ideas complejas o explorar cuestiones filosóficas profundas -no me refiero a cuestiones académicas, sino esas cuestiones humanas, el pensar(se)-, los usuarios se ven forzados a simplificar y resumir para capturar la atención en cuestión de segundos. Esta dinámica no solo limita nuestra capacidad de reflexión, sino que también empobrece el contenido cultural que consumimos.

La reflexión meditativa, tal como la entiende Søren Kierkegaard, es una práctica de introspección profunda y de confrontación con uno mismo (Kierkegaard, 1844 [2007])[4]. Esta forma de reflexión requiere tiempo, espacio y silencio, requiere de aburrirse, de dejar de tener la atención ocupada constantemente, elementos que están en constante amenaza por la omnipresencia de las redes sociales. El flujo interminable de videos y actualizaciones crea una cacofonía que dificulta el espacio necesario para la contemplación. La capacidad de estar solo con nuestros pensamientos, de bucear en nuestras profundidades y de encontrar significado en nuestra existencia se ve comprometida.

Las consecuencias de esta dinámica no son meramente filosóficas, sino también psicológicas y sociales. La psicóloga Sherry Turkle advierte sobre los efectos de la conexión constante en nuestra capacidad para la soledad y la autorreflexión (Turkle, 2011)[5]. La compulsión de estar siempre conectados puede llevar a un estado de ansiedad y estrés constante, lo que a su vez puede afectar nuestra salud mental. Socialmente, esta inmediatez puede llevar a relaciones más superficiales, donde la profundidad y la intimidad se sacrifican por la apariencia y la gratificación instantánea.

Hacia una resistencia filosófica

La respuesta a esta problemática no es necesariamente abandonar las redes sociales, sino aprender a utilizarlas de manera consciente y reflexiva. Esto implica establecer límites claros y dedicar tiempo a la reflexión meditativa sin la interferencia de la tecnología. Como propone Byung-Chul Han, necesitamos recuperar el arte de la lentitud y la contemplación en una era de aceleración (Han, 2012)[6]. Al hacerlo, podemos redescubrir el valor de la reflexión profunda y resistir la presión de la inmediatez impuesta por las redes sociales.

La obligación de publicar videos y fotos constantemente en las redes sociales es un síntoma de una cultura que valora la inmediatez sobre la profundidad. Esta dinámica, lejos de fomentar una comprensión más profunda de nosotros mismos y del mundo, erosiona nuestra capacidad para la reflexión meditativa. Al reconocer esta tensión y buscar un equilibrio entre la conexión digital y la introspección personal, podemos aspirar a una vida más significativa y reflexiva. En palabras de Heidegger, es posible que al resistir la dictadura de la inmediatez, podamos recuperar nuestra auténtica manera de estar en el mundo.

Lic. Marcelo J. Silvera




[1] Heidegger, M. (2006). Ser y tiempo. Fondo de Cultura Económica.

[2] Diccionario panhispánico del español jurídico, 2023: Civ. y Merc.; Ven. Persona que produce, distribuye y consume bienes, servicios, saberes y conocimientos, mediante la participación voluntaria en los sistemas alternativos de intercambio solidario, para satisfacer sus necesidades y las de otras personas de su comunidad.

[3] McLuhan, M. (1996). Comprender los medios de comunicación: Las extensiones del ser humano. Paidós.

[4] Kierkegaard, S. (2007). El concepto de la angustia. Alianza.

[5] Turkle, S. (2011). Alone Together: Why We Expect More from Technology and Less from Each Other. Basic Books.

[6] Han, B.-C. (2012). La sociedad del cansancio. Herder.



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