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¿Ya nadie usa pluma? Reflexiones en el Día del Escritor


En un mundo que se mueve al ritmo frenético de la tecnología y la información instantánea, la figura del escritor puede parecer, a primera vista, un vestigio del pasado. Sin embargo, la realidad es diametralmente opuesta. El escritor no solo persiste, sino que se erige como una figura esencial en la construcción y deconstrucción de nuestras realidades. El 13 de junio, día en que celebramos el Día del Escritor en Argentina en homenaje a Leopoldo Lugones, es un momento propicio para reflexionar sobre la importancia de la escritura y el papel crucial de aquellos que, pluma en mano (o en realidad teclado en mano), desafían el tiempo y el espacio con sus palabras.

El escritor es, ante todo, un observador y un crítico. En palabras de Sartre (1948 [1957])[1], “el escritor sabe que habla para libertades sumergidas, ocultas, indispensables”; es alguien que se dirige a sus semejantes para revelarles la verdad. Esta verdad puede ser incómoda, confrontativa o liberadora, pero es siempre necesaria. A través de la escritura, el autor no solo narra historias, sino que también configura mundos posibles y pone en tela de juicio las estructuras existentes. Leopoldo Lugones, en su doble rol de poeta y narrador, encapsuló esta capacidad de la escritura para trascender lo evidente y explorar lo profundo del ser humano.

Escribir es un acto subversivo. En una sociedad donde la hegemonía de los discursos dominantes intenta moldear las mentes y las voluntades, donde los videos llenan las pantallas y pocos escriben, la escritura se erige como un acto de resistencia. Eduardo Galeano, uno de los grandes exponentes de la literatura latinoamericana, utilizó su pluma para denunciar las injusticias y dar voz a los silenciados. Las venas abiertas de América Latina[2] es un testimonio de cómo la escritura puede convertirse en una herramienta para la justicia social y la emancipación de los oprimidos.

En un mundo donde los tweets y los memes parecen haber reemplazado a los libros, algunos podrían argumentar que el escritor es una especie en extinción, un dinosaurio literario destinado a la irrelevancia. Sin embargo, esta visión es tan miope como peligrosa. La escritura, a diferencia de la fugacidad de un post en redes sociales, tiene la capacidad de perdurar y resonar a través del tiempo. Es irónico que aquellos que proclaman la muerte de la escritura a menudo lo hagan a través de palabras que, si bien efímeras, intentan emular el impacto duradero que solo la literatura puede alcanzar.

El escritor no puede evitar cuestionar y repensar el mundo que lo rodea. Escribir es, en sí mismo, un acto de reflexión crítica, porque, volviendo a Sartre, “la literatura es, por esencia, la subjetividad de una sociedad en revolución permanente”. En esa obra, el “pensador de la libertad” como lo llaman (claro, no en la concepción de hoy en Argentina de libertad) desarrolla que:

(…) la literatura es pura gratuidad y la literatura es enseñanza; la literatura existe únicamente negándose a sí misma y renaciendo de sus cenizas y es lo imposible, lo inefable, lo que está más allá del lenguaje, y la literatura es un oficio austero con una clientela determinada cuyas necesidades deben ser esclarecidas y satisfechas por el escritor; la literatura es terror y la literatura es retórica.

En el Día del Escritor, desde estas palabras rendimos homenaje a todos aquellos que, como Leopoldo Lugones, han dedicado su vida a la noble y ardua tarea de escribir, a la condensación química y física del pensamiento del Psychon[3], a esa alquimia de convertir ideas en letras. La escritura es un acto de valentía y de amor, un puente entre lo individual y lo colectivo, entre el presente y el futuro. En un mundo que a menudo parece fragmentarse en un sinfín de voces discordantes, el escritor nos ofrece la posibilidad de encontrar sentido y conexión. La pluma sigue siendo, hoy más que nunca, un arma poderosa en la lucha por la justicia, la verdad y la humanidad.



Lic. Marcelo J. Silvera


[1] Sartre, J.-P. (1957). Qu'est-ce que la littérature?. Gallimard.

[2] Galeano, E. (1971). Las venas abiertas de América Latina. Siglo XXI Editores.

[3] Lugones, L. (1906). Las fuerzas extrañas. Arnoldo Moen y Hermano, Editores



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