¿Qué tan animales son tus emociones?

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A lo largo de más de veintitrés siglos (desde Aristóteles hasta hace un par de años, pasando por Descartes, Erasmo y tantos otros) la cultura y la norma de la sociedad se ha basado en una sola idea: la razón tiene que dominar y controlar la emoción; la razón domina al corazón. Sin embargo, hoy día se sabe que la emoción también está en la cabeza y en los centros cerebrales que modulan nuestro comportamiento. Se asume que las emociones están presentes en cada momento de la vida, y que emoción y razón son complementarios e indisociables: el sentimiento es básico para el pensamiento y viceversa. 
En el libro Usar el cerebro (Planeta, 2014), Facundo Manes resalta que sabemos en la actualidad que las estructuras cerebrales fundamentales para el procesamiento emocional son arquitectónica y funcionalmente muy parecidas en todos los mamíferos y hay quienes sostienen que estructuras similares se pueden encontrar también en reptiles, pájaros y peces. En otras palabras, la detección eficiente de estímulos relacionados con la supervivencia (como la presencia de alimentos, de potenciales parejas o de predadores) es algo que se fue desarrollando durante millones de años y que no se modificó demasiado. La diferencia entre los seres humanos y otras especies radica en el procesamiento de esas emociones (en especial en términos de sentimientos).
Aristóteles se ocupa de las pasiones o emociones en el libro I de su tratado Del alma, en relación con el problema de si hay algún acto o afección del alma que sea exclusivo de ella. Las teorías más aceptadas en su tiempo proponían dos definiciones contrarias acerca de las emociones; para una, la de los físicos, las pasiones eran fenómenos corporales, en tanto que para la otra, la de los dialécticos, eran fenómenos dianoéticos o mentales. Ambas concepciones le parecen inadecuadas porque dan cuenta de una manera parcial de las emociones. La primera considera solamente el principio material de las afecciones, en tanto que la segunda atiende sólo a su principio formal.
Aristóteles cuestiona la concepción dialéctica de las emociones a partir del hecho de que: las afecciones del alma parecen darse con el cuerpo: "valor, dulzura, miedo, compasión, osadía, así como la alegría, el amor y el odio. El cuerpo, desde luego, resulta afectado conjuntamente en todos estos casos".
El procesamiento de las emociones puede ser salvaje o domesticado, si continuamos el pensamiento desde el punto de vista biológico animal. Cuando aprendemos a conocernos ¿acaso no me conozco desde que nací? No, generalmente no nos conocemos porque no nos tomamos la tarea de autoconocimiento. Retomo, cuando aprendemos a conocernos podemos adelantarnos a las emociones, saber cuándo entraremos en estado de cólera, cuándo la ira nos nublará la visión, cuándo el miedo nos invadirá, o la tristeza se adueñará de nosotros. Desde ya que la tarea no es anular las emociones, convertirnos en robots asentimentales, sino convivir con las emociones de manera equilibrada. Muchas de las reacciones que generan conflictos (con el entorno y en nuestro interior) son innatas, llegan por impulso biológico ancentral, son reflejos del animal que se siente amenazado. Esas son las reacciones que podemos controlar, canalizar y reconvertir para que no nos afecten a nosotros mismos.

Y vos, ¿Qué tan animales son tus emociones?

Marcelo J. Silvera


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