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Kierkegaard
¿Por qué hacemos balances de fin de año?
Kierkegaard escribiendo su balance de fin de año (?) |
Søren Aabye Kierkegaard (1813-1855) fue un filósofo y teólogo danés del siglo IXX que sentó los caminos del existencialismo por los que transitarían, entre otros, Martin Heidegger y Jean-Paul Sartre. El danés analizó la libertad del individuo, su responsabilidad, la desesperación, la angustia y su filosofía muestra gran preocupación por la condición de la existencia humana.
Se le atribuye a él la frase: “La vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero tiene que ser vivida hacia delante”. Sinceramente pasé toda una mañana escarbando sus libros y no encontré la cita; tal vez no le pertenezca, o la haya puesto en Facebook cuando se convirtió en meme (ironía). Pero a los fines de este texto, el dilema moral y ético que implica hallar el origen real de la frase y ampliar con su contexto no es central.
Lo cierto es que la frase, sea o no de Kierkegaard, será nuestro disparador para pensar(nos) en ocasiones de fines de años y análisis de ciclos.
El final del 2020 no me encontró con la motivación para hacer un balance. Aunque reconozco un buen período en lo personal, creo que la pandemia no hizo que fuera así en lo global y mi inclinación hacia lo colectivo por sobre lo personal me convocó a llamarme a silencio. Nada puede festejarse, creo, en un contexto de desigualdad y sufrimiento como el que se instaló para muchas personas en todo el mundo.
Cada fin de año millones de personas realizan su balance, publican sus logros en las redes sociales, socializan sus éxitos, sus alegrías, alguien también expone sus frustraciones, sus dolores, sus sufrimientos, pero son minoría. Suelen ser épocas de positivismo para el exterior (lo que sucede para el interior queda en la mente y el alma de cada quien). También se plantean las metas, los objetivos, y los anhelos para el nuevo ciclo, ciclo que los occidentales medimos en año. ¿Qué motiva a realizar esos balances cada año? La respuesta puede estar en la frase del filósofo danés: “La vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás…” Ese mirar hacia atrás implica hacer el balance de la vida, analizar qué nos pasó, cuándo pasó, cómo pasó, por qué pasó y para qué pasó.
El impulso filosófico natural humano es comprender la vida; pará qué vivimos, cuál es el sentido de la vida. Porque como dice Aristóteles, “conocerse a uno mismo es el principio de toda sabiduría”. Intentamos dar respuesta a esos interrogantes a lo largo de toda nuestra existencia, los más afortunados lo logran, otros creemos que siempre hay una respuesta por encontrar, porque el sentido es la búsqueda constante de respuestas.
El balance, podríamos decir, es una necesidad humana. Necesidad de entender la vida mirando hacia atrás. Y los planteos de inicio de ciclo, el instinto de una vida que tiene que ser vivida hacia delante. Somos una especie extraña, que necesita de los inicios temporales para iniciar realmente algo: las dietas comienzan los lunes, los proyectos en enero… “A partir de mañana empezaré a vivir la mitad de mi vida” canta Alberto Cortez como síntesis de nuestra tendencia a encasillar temporalmente los inicios y finales.
Se le atribuye a él la frase: “La vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero tiene que ser vivida hacia delante”. Sinceramente pasé toda una mañana escarbando sus libros y no encontré la cita; tal vez no le pertenezca, o la haya puesto en Facebook cuando se convirtió en meme (ironía). Pero a los fines de este texto, el dilema moral y ético que implica hallar el origen real de la frase y ampliar con su contexto no es central.
Lo cierto es que la frase, sea o no de Kierkegaard, será nuestro disparador para pensar(nos) en ocasiones de fines de años y análisis de ciclos.
El final del 2020 no me encontró con la motivación para hacer un balance. Aunque reconozco un buen período en lo personal, creo que la pandemia no hizo que fuera así en lo global y mi inclinación hacia lo colectivo por sobre lo personal me convocó a llamarme a silencio. Nada puede festejarse, creo, en un contexto de desigualdad y sufrimiento como el que se instaló para muchas personas en todo el mundo.
Cada fin de año millones de personas realizan su balance, publican sus logros en las redes sociales, socializan sus éxitos, sus alegrías, alguien también expone sus frustraciones, sus dolores, sus sufrimientos, pero son minoría. Suelen ser épocas de positivismo para el exterior (lo que sucede para el interior queda en la mente y el alma de cada quien). También se plantean las metas, los objetivos, y los anhelos para el nuevo ciclo, ciclo que los occidentales medimos en año. ¿Qué motiva a realizar esos balances cada año? La respuesta puede estar en la frase del filósofo danés: “La vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás…” Ese mirar hacia atrás implica hacer el balance de la vida, analizar qué nos pasó, cuándo pasó, cómo pasó, por qué pasó y para qué pasó.
El impulso filosófico natural humano es comprender la vida; pará qué vivimos, cuál es el sentido de la vida. Porque como dice Aristóteles, “conocerse a uno mismo es el principio de toda sabiduría”. Intentamos dar respuesta a esos interrogantes a lo largo de toda nuestra existencia, los más afortunados lo logran, otros creemos que siempre hay una respuesta por encontrar, porque el sentido es la búsqueda constante de respuestas.
El balance, podríamos decir, es una necesidad humana. Necesidad de entender la vida mirando hacia atrás. Y los planteos de inicio de ciclo, el instinto de una vida que tiene que ser vivida hacia delante. Somos una especie extraña, que necesita de los inicios temporales para iniciar realmente algo: las dietas comienzan los lunes, los proyectos en enero… “A partir de mañana empezaré a vivir la mitad de mi vida” canta Alberto Cortez como síntesis de nuestra tendencia a encasillar temporalmente los inicios y finales.
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