¿Qué piensas?

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En la Eleas (actual Italia) de los años 540 a 470 antes de la era cristiana, Parménides, filósofo griego, principal representante de la escuela eleática, daba los primeros pasos de una rama del pensamiento que hoy continuamos. Fundador de la ontología, Parménides concibió lo real como uno e inmutable; desde la misma antigüedad, su doctrina se contrapuso a la Heráclito de Éfeso (a quién citamos ayer), para quien lo real es perpetuo devenir. Ambos son considerados los más profundos pensadores de la filosofía presocrática.
En palabras de Parménides, dicen que dijo, "lo mismo es pensar y ser". Durante muchos siglos la discusión es (continúa) qué somos como seres ¿somos seres sociales? ¿somos seres emocionales? ¿somos seres creados por una divinidad? ¿somos seres comunicacionales? ¿somos seres lingüísticos? La ontología (del griego, ὄντολογία: ciencia del ser), también llamada "primera filosofía", sostiene que somos seres lingüísticos. Como tales estamos atravesados por el lenguaje y la comunicación, el lenguaje crea acción. Qué, cómo, cuándo, dónde, y para qué* se dice lo que se dice y qué generan esas acciones lingüísticas. Si "lo mismo es pensar y ser" somos también seres intelectuales, o seres pensantes al menos que reflexionan sobre todo y cada cosa, sobre el todo y la nada ¿qué es el todo? ¿existe la nada?
¿Esa frase de Parménides no te recuerda otra? «Cogito ergo sum», que en español se traduce frecuentemente como «Pienso luego existo», siendo más precisa la traducción literal del latín «pienso, por lo tanto soy»,​ planteamiento filosófico de René Descartes, pero la escribió en 1637 (Discurso del método), casi 2000 años después.
La meta de estos textos breves es pensar. Pensar(nos), y ejercitar el músculo más importante del cuerpo, el que posibilita todo el resto. Somos porque pensamos, y lo que pensamos somos. O podríamos usar la cita: Dimes qué piensas, y te diré qué eres.

Y vos, ¿Qué piensas?

*nótese que reemplazo el "por qué", una de las 5 preguntas claves del periodismo, por un "para qué" que nos otorga la distinción de la finalidad de la acción, no los fundamentos ya que éstos pueden estar cargados de juicios inválidos.

Marcelo J. Silvera


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